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QUÉ LÁSTIMA QUE EL AGUA SALADA NO SEA POTABLE Hoy me topé con los vientos del verano, con sus colores brillantes y sus atardeceres calurosos. Y entonces me pregunté por los perfumes de mis flores, y me quedó la gran duda de que si éstos en verdad tenían un olor amargo y fétido, y aquéllas (las flores) eran de pétalos pálidos y marchitos. 

Con mis pasos desganados, vagabundos, pude llegar a casa. Sólo quería acostarme sobre sábanas limpias y exprimirles el olor, olvidarme del mundo.

Pero las voces de aquellas gargantas me hicieron romper en llanto (de nuevo), y terminé escondida en los rincones, odiando la maldita vida (de nuevo). 

Y lloré como nunca, y como siempre. Fijando la mirada en el vacío, acorralando a mi mente hacia el delirio, llevando mi corazón al precipicio. 

Mi alma se hizo pedazos ella misma, para salir corriendo y huir de mí, se fue a buscar otro cuerpo, pero ahora sí, un cuerpo digno, donde poder adentrarse y vivir tranquilamente. 

Y se fue mi alma. Se marchó, se escabulló. Y sólo me quedaron las divagaciones. Y pensé: Qué lástima que el agua salada no es potable, que no es apta para el consumo humano. Porque si lo fuera, llenaría cubetas, tanques, pilas, lagos, lagunas y hasta mares, tan sólo con mi llanto. Acabaría con los desiertos, y no habría más escasez de agua en el mundo, no más sequías en verano.

Me sorprendí imaginando, vislumbrando, la inmensidad del mar, y me sobresalté, y pensé de nuevo: Qué lástima que el agua salada de las lágrimas no sea potable.

Porque si lo fuera, acabaría yo sola con la sed de los sedientos y pobres, y con eso, con sólo eso, habría hecho un beneficio inmensurable para el mundo, y mi llanto habría valido la pena, porque por fin podría alcanzar  un pedacito de cielo.

Pero me sorprendí otra vez pensando en el cielo, y en lo deshidratada que estaría si hiciera todo eso, y en lo deshidratados que también estarían los que, como yo, nacieron solitarios y lloran por el mundo. Y pensé de nuevo: Qué lástima que el agua salada no es potable. Porque si lo fuera, aplacaría mi sed exprimiendo la colcha de mi cama y almohada. Pero en vez de eso, tuve que pararme por un vaso de agua.